Jazmín Aragón: la fuerza de un brazo, el sueño de una vida

Desde su infancia, Jazmín Aragón desafió las barreras impuestas por una parálisis braquial y encontró en la natación el camino para transformar su vida. Con perseverancia, el apoyo de su familia y la inspiración de grandes referentes, la joven cordobesa llegó a los Juegos Paralímpicos de París 2024.

Jazmín Aragón nació con una parálisis braquial en su brazo izquierdo, una condición que marcó su vida desde el inicio y que influenció su camino en el deporte. A los 7 años, una operación la llevó a la natación como recomendación médica, debido al bajo impacto de esta disciplina en sus articulaciones. Sin embargo, no fue su primera opción deportiva, ya que también practicó gimnasia rítmica adaptada. Al no encontrar esta disciplina en el Estadio Mario Alberto Kempes a los 15 años, decidió reconsiderar la natación como su rumbo definitivo. Su madre, quien también fue su profesora en sus primeras clases en una pileta de hotel, la motivó a seguir nadando, lo que sería el primer paso hacia su carrera en el deporte adaptado.

Jazmín admite que en sus inicios desconocía el deporte adaptado y el potencial competitivo que tenía. Fue entonces cuando conoció a Daniela Jiménez, una nadadora paralímpica que se convirtió en su inspiración y le mostró que podía alcanzar el alto rendimiento. Con esfuerzo y dedicación comenzó a mejorar sus tiempos y a participar en competencias importantes. Este crecimiento no hubiera sido posible sin el apoyo constante de su familia, en especial de su madre y hermana, quienes la acompañaron en decisiones fundamentales, como su mudanza a Buenos Aires para continuar entrenando y llevar su carrera a otro nivel.

La confirmación de su participación en los Juegos Paralímpicos de París 2024 fue un momento inolvidable y llegó de manera inesperada. Jazmín recuerda cómo recibió la noticia en la estación de Constitución mientras esperaba el colectivo después de entrenar. Su entrenadora la llamó para informarle que había clasificado, algo que no esperaba, ya que días antes le habían dicho que no viajaría. Emocionada y en shock, subió al colectivo con lágrimas en los ojos, recibiendo el apoyo de los pasajeros, quienes la aplaudieron y felicitaron, haciéndola sentir que ese instante era aún más especial.

Aunque su camino a París estuvo lleno de emociones, también enfrentó mucha incertidumbre. Jazmín aguardó durante meses por una wildcard, o invitación especial, para poder competir. A pesar de haberse clasificado, solo había cuatro plazas femeninas para cinco candidatas, lo que mantuvo a la nadadora en una espera constante. La invitación llegó finalmente un mes y medio después de la fecha esperada, y aunque el proceso fue agotador, este logro final le confirmó que cada esfuerzo valió la pena.

Compaginar su vida diaria con el entrenamiento fue uno de los grandes desafíos que Jazmín enfrentó en su camino a París. En febrero, comenzó a trabajar y, entre el trabajo, el estudio y el entrenamiento, su rutina se volvió extenuante. Había días en los que llegaba a casa a las 10 de la noche y debía levantarse a las 5 de la mañana al día siguiente. Para poder sostener su ritmo, organizó su tiempo de forma meticulosa, priorizando el descanso. También encontró en su pareja un gran apoyo, quien le facilitaba las tareas diarias y le permitía enfocarse en sus entrenamientos.

Con constancia y determinación, Jazmín logró superar las frustraciones y adaptarse a las necesidades de su cuerpo, lo que le permitió llegar a los Juegos Paralímpicos de París con la fortaleza que el alto rendimiento requiere.