A pesar de una enfermedad que afectó su cadera desde los primeros días de vida, Viviana Mónica Luna desafía las adversidades y se destaca como nadadora de aguas abiertas. Con esfuerzo y perseverancia, convirtió las dificultades en motivación y hoy enfrenta desafíos deportivos que incluyen travesías de hasta 21 kilómetros.
Desde muy pequeña, Viviana Mónica Luna aprendió a desafiar los límites. Apenas unos días después de nacer, contrajo una infección intrahospitalaria provocada por la bacteria Staphylococcus aureus, que ingresó a través del broche umbilical. En lugar de una infección cutánea común, el microorganismo avanzó sobre los huesos de su cadera. “Me comió toda la cabeza del fémur de la pierna izquierda y me provocó una diferencia de altura entre la derecha y la izquierda”, explicó la nadadora, quien desde entonces enfrentó una serie de obstáculos que marcaron su vida.
La enfermedad la obligó a pasar por numerosas intervenciones quirúrgicas hasta los 16 años. Sin embargo, lejos de desanimarse, Luna siguió adelante con sus objetivos. Se trasladó a Santa Fe para estudiar veterinaria, se graduó, aprendió a conducir y encontró una pasión inesperada: la natación en aguas abiertas. La misma pasión que la llevó a completar una travesía de 21 kilómetros en el Río Uruguay, que logró culminar en cinco horas. Durante su infancia, asistió a la escuela Sarmiento ayudada por muletas y sillas de ruedas, y viajó en múltiples ocasiones a Buenos Aires para controles y operaciones. Pese a estas dificultades, nunca gestionó el carnet de discapacidad.
Tras recibir su título universitario, Luna se propuso dos grandes desafíos: aprender a conducir y aprender a nadar. El primero lo logró rápidamente. El segundo demandó años de constancia y esfuerzo. En sus comienzos, recorría 100 metros en dos minutos y medio; hoy ha conseguido bajar ese tiempo a un minuto con 58 segundos. Este avance le llevó ocho años de entrenamientos constantes y sacrificios, demostrando que el progreso, aunque lento, es fruto de la perseverancia.
Fue su entrenadora, Silvia López, quien la animó a probar suerte en las aguas abiertas. Su primera competencia fue en El Cadillal, como parte del Circuito del NOA, en 2017. Desde entonces, Luna ha ido superando cada desafío: comenzó nadando distancias de dos kilómetros, luego aumentó a seis, y posteriormente alcanzó los 10 kilómetros en el dique tucumano. La última gran travesía fue en Concordia, Entre Ríos, donde nadó 21 kilómetros en el Río Uruguay.
Mirando al futuro, Luna ya piensa en nuevos desafíos. En 2026 planea nadar 10 kilómetros en el Lago Puelo, en Chubut, una prueba que estima le demandará cerca de ocho horas en el agua. Pero su gran sueño es cruzar el Río de La Plata.