Santiago Alberto Lovell

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Uno de los deportes que tiende a ser riesgoso por requerir de un mayor contacto físico es el boxeo. Son pocos los que se animan a practicarlo, solo los valientes logran subirse a un cuadrilátero y dejar la vida en cada pelea, como lo hizo un grande: Santiago Alberto Lovell, una persona que tuvo gran osadía, logrando conseguir medalla de oro, en peso pesado y quien es autor de una historia de vida que debe ser narrada.

El Negro, como lo apodaron, nació un 23 de abril de 1912, en el barrio Dock Sud (“El Doke”), del partido de Avellaneda, provincia de Buenos Aires.

Su vida, desde muy corta edad, estuvo marcada por el trabajo: primero se desempeñó como canillita, luego como lavador de papas y estibador en el puerto. Pero esto no fue impedimento para hacer lo que a Santiago le apasionaba: los deportes. El fútbol fue uno de sus elecciones. Jugaba en sus tiempos libres en el Club Sportivo Dock Sud, sin embrago, pudo inclinarse a una actividad deportiva que era lo suyo, su gran eterno amor: el boxeo, con el cual consiguió ser una persona fuerte, temperamental y por, sobre todo, valiente, características inherentes a un púgil. 

De a poco fue asistiendo a cada pelea, como aquella en el Teatro Nuevo de la Av.Corrientes, en donde ganó el Campeonato Preolímpico de la máxima categoría, victoria que sería clave y que le permitió conseguir un boleto a los Juegos Olímpicos enLos Ángeles (1932), con tan solo 20 años. Aquella vez, eliminó en primera ronda al finlandés Gunnar Bärlund, luego en semifinales al canadiense George Maughan, por nocaut técnico y en la final del 13 de agosto, nuevamente, triunfó ante el italiano Luigi Rovati, por nocaut.

Cierto es que este final feliz para un Lovell campeón Olímpico, terminó siendo una pesadilla debido a que en el regreso a nuestro país, sucedió un conflicto por la comida, y se pelea con un oficial de mando. La situación se le va de las manos y volvió encerrado y con custodia policial. De esta manera, en lugar de ser recibido por sus fanáticos  por ser uno de los pocos héroes olímpicos de la historia del deporte argentino, terminó preso, yendo derecho al calabozo. 

El 20 de enero de 1934 debutó como profesional perdiendo por nocaut contra Eduardo Primo en el estadio Luna Park. Las derrotas constituyeron para él su gran motivación. Es por eso que, en la revancha, logró ganarle cuatro veces, la última con la misma moneda que Primo había triunfado aquella vez en el debut del negro: por KO. 

Peldaño por peldaño, fue escalando, hasta que un poco más tarde, ascendió en el ranking argentino, ganándole a esos invencibles de los puños, consiguiendo entre diez y ocho victorias consecutivas, hasta pelear y ganar en “La Meca del Boxeo Mundial»: El Madison Square Garden de New York.

En 1936, ganó en Concordia a Gino Calabressi por KO. Un año más tarde, el 29 de diciembre, perdió por puntos ante Barlund, en el Hippodrome de New York, cortando así esa cadena de victorias en el más alto nivel. 

El 19 de noviembre de 1938, consiguió el título de campeón argentino y sudamericano Pesado, ganándole por puntos en 12 rounds a Valentín Campolo. Entre sus destacados triunfos se encuentran las de Red Burman y una frente al ex campeón mundial Semi Pesado Maxie Rosenbloom. En los Estados Unidos ganó siete peleas, solo perdió una, consiguió también un lugar en el «Salón de la Fama de La Ley del Boxeo».

En el año 1.951, se llevó a cabo su última pelea contra Archie Moore en el Luna Park de Buenos Aires. Lovell murió un 17 de marzo de 1966 con solo 53 años de edad, dejando un legado que debe ser recordado: ganador de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, campeón argentino y sudamericano, realizando 88 peleas, de las cuales ganó 76 (55 KO), en tanto fue derrotado 8 veces (2 KO), y logró 3 empates.

Nota: Instituto Superior General San Martín