Los deportes de contacto han sido un territorio prohibido para las mujeres. Recién en las últimas décadas se fueron abriendo a la competencia federada y en la actualidad todas las disciplinas con reconocimiento olímpico tienen una división reservada a las féminas.
Sin embargo, sigue habiendo prejuicios en cuanto a la edad y forma de ingresar en determinadas artes marciales. Salvo que se sea como Ludmila Rovner, una luchadora de alma.
Con sólo 9 años, esta niña porteña dio un ejemplo en el tercer torneo femenino de muaythai con el aval de la Federación Argentina de Muaythai (FAM), una de las entidades que integran la Confederación Argentina de Deportes (CAD).
Ludmila subió a realizar el segundo combate oficial de su vida vistiendo una remera que decía: “¿Que las chicas no podemos hacer qué…?”. Tal como lo describió su padre Juan, quiso dar el ejemplo a todos de que nada lo frena a uno cuando uno tiene una meta; el de mi hija es ser campeona mundial de muaythai.
La pasión de la niña surgió hace poco más de un año y medio cuando hacía gimnasia deportiva en Argentinos Juniors, incentivada por sus padres para superar un principio de asma que la tuvo internada dos veces. Ludmila llegó más temprano que de costumbre a un entrenamiento y por casualidad vio la clase de muaythai. Así comenzó todo.
Tras probar en el club de Paternal, los consejos de Miguel Carpinacci (presidente de FAM) la llevaron a la sede de MTA en Villa del Parque que está a cargo del profesor Martín Lizarraga, quien comenzó a entrenarla. La devoción de Ludmila por el Muaythai, quien ya llegó a tercer khan, fue tal que hizo que su padre comenzara a practicar la disciplina, alentado por su entrega.
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