Hay deportes que despiertan un mayor grado de interés en las personas, mayor admiración por sus referentes. A algunos les apasiona el fútbol, el básquet, y a otros, el automovilismo, como a mi abuelo que su pasión era el ruido de los motores, las carreras, los autos. Aquellos que quedaron plasmados en los innumerables pósters que estaban pegados en las paredes de su habitación, en donde se resaltaba la figura de un hombre trigueño, que en su sonrisa, quizá, se reflejaba la cantidad de títulos conseguidos. Auqel ídolo de mi abuelo era Juan Manuel Fangio, quien logró cinco títulos mundiales de Fórmula 1 durante las temporadas de 1951, 1954, 1955, 1956 y 1957 y los subcampeonatos de 1950 y 1953.
Nació el 24 de junio de 1.911 en Balcarce y fue el cuarto hijo de emigrantes italianos del matrimonio compuesto por Loreto Fangio y Herminia D’Eramo.
A los once años se inició en el mundo del empleo, trabajando de aprendiz en una herrería, en la que, años más tarde, le serviría de puente para debutar como ayudante mecánico en el taller de Miguel Viggiano, lugar en el que se preparaban autos de carrera. Allí aprendió a conducir, trasladando las herramientas del taller a diferentes lugares de su pueblo.
Si algo hay que destacar y que no quepan dudas es que a Juan Manuel no sólo le apasionaban los autos, sino también el fútbol. En su tiempo libre se dedicaba a jugar en el equipo Leandro N. Alem de Balcarce, donde lo apodaron como “el Chueco”, pseudónimo que lo identificaría por el resto de su vida.
En 1938, debutó como corredor a bordo de un Ford A con el número 19 en el circuito de tierra de Benito Juárez. En la clasificación quedó en el séptimo lugar, pero fue el impulso necesario para que el Chueco no abandone su sueño de correr; el inicio de una leyenda que estuvo incentivada y apoyada por sus amigos.
Constancia y perseverancia fueron las claves de este gran corredor, que descubrió su máxima satisfacción en 1940, en el Gran Premio Internacional del Norte con 9445 kilómetros recorridos, en 109 horas al comando de un Chevrolet.
Con el correr del tiempo, apareció ese condimento que está presente en todos los deportes: el rival. Para Fangio fue Oscar Gálvez. Una rivalidad que desencadenó en una eterna amistad que perduró hasta el final de sus días en esta tierra.
En 1940 y 1941 pudo lucir su título de campeón argentino de Turismo Carretera con Chevrolet durante la Segunda Guerra Mundial. En este contexto, escaseaban los repuestos automotrices y las cubiertas, por lo que la única solución, en ese entonces, fue la suspensión de las carreras, lo que obligó a archivar los autos de competición y desencadenar en caminos de tierra. Sin embargo, el Chueco recorrió cada rincón de su provincia de una manera auténtica.
Cuando la guerra finalizó, el Automóvil Club Argentino comenzó a organizar las temporadas internacionales de coches especiales con destacados pilotos del mundo. De esta manera el circuito callejero del Parque de la Independencia de Rosariofue testigo en aquella época de los emblemas de los volantes del mundo. Entre ellos se encontraba nada más ni nada menos que Fangio.
Remontando hacia los contratos, su primero internacional lo firmó en 1949 con la escudería Alfa Romeo, luego de ganar en San Remo, Italia. En 1950, batallando con su compañero de equipo Nino Farina, fue subcampeón mundial.
En 1951 selló el primero de sus cinco títulos mundiales con el Alfa Romeo 159. La consagración llegó en el catalán circuito de Pedralbes, en Barcelona, tras una estrategia por parte de los ingenieros de Alfa Romeo sobre las Ferrari más rápidas.
Un año más tarde sufrió en accidente en su carrera, en Monza, que lo marcó tanto, dejándolo al borde de la muerte, impidiéndole correr el resto de la temporada. Al año siguiente, volvió al cockpit de una Maserati y terminó la temporada en segundo lugar.
Si hay algún dicho cierto es que, después de un mal momento, siempre llega el bueno. Y para Juan Manuel lo fue tras haber conseguido un récord impresionante: fue campeón mundial en forma consecutiva en 1954 (Maserati y Mercedes Benz), 1955 (Mercedes Benz), 1956 (Ferrari) y 1957 (Maserati).
En 1957 sumó otra corona mundial, la quinta, en una de sus carreras inolvidables: el famoso Gran Prix alemán. Lo cierto es que Fangio amaba y respetaba el circuito de Nürburgring y al bordo de una Maserati 250F tras un problema en el reabastecimiento, tuvo que venir corriendo de atrás y quedó a 48 segundos de los punteros. Faltando una vuelta logró pasar a las dos Ferraris, una hazaña que condujo a que, en febrero de 1958, se le otorgara el premio anual de la Academia Francesa de Deportes por ser el autor de gran momento deportivo del mundo.
Aquel inolvidable loco de los autos, aquel “Chueco” se retiró de las carreras en el año 1958. Falleció el 17 de julio de 1995, pero fue dueño de una historia que ningún otro corredor pudo transitar: ganó 24 de las 51 carreras oficiales de Fórmula 1 que disputó y obtuvo cinco títulos mundiales. No caben dudas que fue el ídolo indiscutible, tanto para mi abuelo, como para mí que hoy, al conocer más sobre su trayectoria, sostengo que el puesto número uno en automovilismo es para esta persona que merece que se siga recordando su historial.
Nota: Priscila Toledo (Instituto Superior General San Martín)