La calle siempre representa algún peligro y, si a esto le sumamos vivir en barrios humildes, decanta, muchas veces, en malas decisiones como los vicios, los excesos y hasta la delincuencia.
Pero ante la adversidad y el estigma «del provenir de un lugar humilde», existe siempre una «salida» como lo es el deporte que les otorga a los chicos y chicas un propósito y, en muchos casos, les permite un ingreso económico y ayudar a su familia.
Y es aquí donde aparecen los clubes que se fundan en los barrios que, muchas veces, comienzan con un profesor que quiere tener un grupo de personas a las cuales enseñarles las cosas básicas, como patear una pelota, por más simple que se escuche. Ese grupo, tiempo después, se transforma en una escuelita donde cada uno de los integrantes pasan dos o tres días a la semana y, de a poco, se va convirtiendo en su segunda casa.
En la provincia de Santiago del Estero, por ejemplo, se encuentran el Club Comercio Central Unidos y el Club Estudiantes de Huaico Hondo. Por nombrar dos clubes de barrio, que empezaron desde lo más humilde y hoy son grandes estandartes que, aunque no representen a la provincia en grandes categorías del deporte argentino, son instituciones donde muchísimos santiagueños dieron sus primeros pasos.
Como la mayoría de los clubes de barrio, es el lugar donde uno comienza yendo por amigos y amigas, por jugar a la pelota, por compartir momentos, risas, anécdotas y nuevas vivencias. También existen muchos clubes que tienen la posibilidad de albergar más deportes o disciplinas. De una forma u otra termina siendo una puerta en donde adentrarse y desconectarse un poco de todo lo que nos pasa. Hasta convertirse en rutina de la vida cotidiana.
De a poco, con el paso del tiempo y la dedicación que tenga cada uno, se pueden transformar en ingresos o ser un hobby por determinado tiempo. Pero de todas formas no hay que negar que, casi nunca, le damos la importancia o el reconocimiento que merecen. Lo damos por hecho, que está ahí. Que sólo ocupa un lugar.
A lo largo del país existen miles de clubes de barrio, que seguramente fueron el primer paso de grandes deportistas de elite o el lugar de anécdotas de muchas personas que dedican su vida a otros trabajos. Hay una puerta siempre abierta. Una puerta que, muchas veces, es una salida.
Nota: Ignacio Lobos (Instituto Superior General San Martín)