La historia de una persona se sustenta en alegrías y tristezas. Hay quienes se detienen ante la adversidad. Y otros que se hacen más fuertes en cada tropiezo. Como Darío Núñez, el misionero quien en 2002 recibió accidentalmente un disparo de rifle de aire comprimido en el ojo izquierdo y perdió la vista, pese a que estuvo internado durante dos meses en el Hospital Santa Lucía de Capital.
Aquel accidente sufrido a los 17 años le impidió participar del Mundial ITF juvenil que se realizaría en diciembre de 2012 en Ponce (Puerto Rico). Pero no cortó la carrera de quien supo sobreponerse a una humilde niñez, lustrando zapatos en el aeropuerto para ayudar a su familia.
Las secuelas que le dejaron los perdigones alojados en su cráneo parecían inhabilitantes para alguien que practicaba un deporte de combate ya que había perdido la noción de las distancias. Pero su pasión por el taekwondo no supo de limitaciones y decidió enfocarse en las formas, aunque nunca dejó de competir en lucha. De la mano de los sabunim Hugo Digiovani y Néstor Galarraga fue perfeccionando su técnica en cada movimiento hasta llegar a lo máximo que un deportista puede conseguir: la medalla de oro en la división para 1º Dan del Mundial ITF celebrado en Birmingham (Inglaterra) en 2007. Su ascenso en la graduación le permitió subir a otro podio ecuménico ya que se colgó la plata en 3º Dan en el Mundial de Ottawa (Canadá) en 2012, torneo en el que quedó quinto en combate en la división 58 kilos.
Radicado desde la niñez en Puerto Iguazú, a los 33 años, Darío (actualmente 4º Dan) enseña en su un gimnasio de la ciudad y sueña con armar una escuelita para que los chicos de Barrio Hermoso, una de las zonas más carenciadas de la región, conozcan el arte marcial que fue la guía de su vida. “Quiero colaborar con los chicos que están en la misma circunstancia que alguna vez estuve yo”, explica mientras se prepara para ser parte de la Selección que competirá en julio del Mundial en Tecnópolis.
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